El río Sinú no sólo es rico en aguas y peces y una importante vía de comunicación. Su lecho es, también, una inmensa cantera. De él se extraen anualmente cerca de 565 metros cúbicos entre arena y piedra china, y de ese oficio viven 2.500 personas aproximadamente. Esa cantidad de material es suficiente para construir un edificio de 32 pisos y su valor puede ascender a más de mil millones de pesos.
Eso, aparte de los 30.000 metros cúbicos de aluvión que se recogen en sus playas, producto de la deforestación, y cuyo costo en el mercado puede ascender a los 45 millones de pesos.
Las grandes reservas de estos materiales de excelente calidad por su alto porcentaje de sílice están concentradas en áreas bien determinadas del Sinú y aledañas a Montería: la piedra china en Las Avispas y Santa Fe, y la arena, en Santa Fe, la Curva del Diablo (frente al hospital San Jerónimo), la calle 23, las playas de La Brígida del barrio Sucre, Mocarí y en la Boca de la Ceiba.
Sacarlos del fondo del río es un oficio tan viejo no tiene fecha en el calendario, como rentable y multifacético, pues de él no sólo viven los buceadores, que son los que llevan la voz cantante en el asunto, sino los cargadores (o paleros ), los transportadores y los fabricantes de bloques e, indirectamente, ingenieros, arquitectos, maestros de obra, artesanos y albañiles. También fritangueras y vendedores de guarapo y de cerveza.
Con una lata de cinco galones amarrada a una cuerda de nailon, el arenero se sumerge y permanece entre el agua hasta 55 segundos, tiempo durante el cual arrastra el tanque por el lecho hasta llenarlo para luego volver a la canoa e izarlo, tarea que realiza unas 75 veces al día.Cuando el río está borderito (crecido) el encargado de esta labor desciende hasta cinco metros. Actualmente hay unos doscientos buzos y cerca de 250 paleros , que son los encargados de cargar los volcos (volquetas) a punta de pala; todos cabezas de familia, con nueve y hasta diez personas a cargo.Una flotilla de por lo menos cincuenta canoas forma parte del equipo de trabajo, pero ese es otro negocio, pues la mayoría es de alquiler.
Para los sacadores de arena no existen los números rojos en el calendario. La labor diaria comienza a la 1 de la madrugada y termina a las 6 de la tarde, en dos turnos. Sólo descansan el Viernes Santo, porque son gente muy supersticiosa.




















































